viernes, 16 de septiembre de 2011
Aun sangras si te tocas. Duele. Pero tocas... "El dolor vence al dolor".
Me duele. La herida quiere abrirse de nuevo, pero rápidamente coloco la mano sobre ella y presiono con fuerza, cierro el puño y la aprisiono, juntando ambos lados de la zanja de carne y sangre que hay en mi cuerpo... sigo avanzando un rato así con ella agarrada. La sutura no es de las mejores, pero servirá.
Me detengo a descansar a la vera de un tronco que yace inerte en el suelo, hará años que permanece ahí, inmovil, habitado por cientos de insectos, devorado por los soplos del viento, y corrompido por el paso de los humanos... me siento tranquila y a salvo al lado del cadaver del árbol.
El aire pesa, aunque el camino es cómodo, pero aun noto mis pulmones cargados. El hedor de la atmósfera se hace más notorio, o quizás sean mis propios pulmones los que producen ese olor... demasiado tiempo respirando la putrefacción humana, hay manchas que ni aunque pasen mil años conseguiré hacer desaparecer.
La oscuridad empieza a unir las copas de los árboles y a tejer un tapiz celestial cargado de estrellas y cometas... hoy parece que brillan más de lo que lo han hecho nunca en sus incalculabes años de vida.
Me recuesto sobre la corteza del tronco en el que estoy apoyada, dejo que mi pelo acaricie su seca y agrietada piel, mientras noto su cálida acogida, su inmortalidad, para mi presente, me arropa. Contemplo el cielo, las estrellas, la oscuridad... el silencio... La brisa sopla suavemente, empieza a refrescar y mi piel se eriza levemente y me produce un escalofrío, pero estoy ya demasiado dormida como para darme cuenta...
...
Los primeros rayos de Sol comienzan a aparecer, al fondo, perezosos se dejan ver detrás de las montañas.
Aun acostada sobre mi improvisado colchón, abro los ojos, me froto la cara y contemplo la infinidad que se haya ante mí. Es hermoso. Las caprichosas nubes compiten entre ellas para ver cual es capaz de adaptar la forma más rebuscada mientras el viento las empuja y deforma a su antojo. Pájaros que dibujan pentagramas en el cielo y los hacen sonar entonando suaves y breves melodías...
La brisa huele a hierba, irremediablemente, ese olor me trae un recuerdo que hace que la herida se encoja y vuelva a sentir dolor. Se calma..
Me incorporo. Libero mi pelo de entre las apretadas grietas del viejo tronco, dejando unos mechones en señal de agradecimiento y amor. Él deja esparcidas por mi pelo trocitos de su reseca madera.
He de seguir mi camino.
Bajo. El hilo de la sutura sujeta la carne que ya torna morada, las puntadas son irregulares pero fuertes, aguantará.
Me abrazo al tronco, le beso.
-Nos volveremos a encontrar. -susurro, acariciando con mi aliento su inerte piel-
Tomo la senda que se pierde entre los árboles, escoltada por las libélulas que revolotean a mi alrededor chocando traviesa y ligeramente contra mi piel.
Sigo caminando.
El viento sopla en remolino, las hojas que mueve chocan contra mi cuerpo dejándome atrás de su paso, susurrándome: "mi viento anuncia el renacer del mañana pues cuando cae mi noche, llega el mañana y cuando el dia cae vuelve la noche... Nos volveremos a encontrar..."
[...]
Etiquetas:
La Morada de los Duendes
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